Vista del lado izquierdo del interior de la catedral Notre-Dame, Avignon

Tras treinta años de perplejidad y de intentos de solución por medio de cesiones o de compromisos, un grupo de cardenales de Roma y Aviñón decidieron aplicar la última vía y celebrar un concilio para resolver el cisma. El Concilio de Pisa (1409) depuso a los dos papas reinantes y nombró a Alejandro V. El resultado fue contar desde ese momento con tres papas, ya que los otros no aceptaron la solución de Pisa. Se abrió paso la necesidad de convocar un verdadero concilio universal para salir de una situación limite. La solución conciliar contó con el apoyo decidido del emperador Segismundo que logró que Juan XXIII, el papa pisano sucesor de Alejandro V, convocase el concilio ecuménico de Constanza (1414-18). El concilio dio un paso trascendental cuando Juan XXIII, invitado a abdicar, rehusó hacerlo y huyó con idea de anular el Sínodo. Los congregados en Constanza promulgaron el decreto Sacrosancta (1415) en el que proclamaron que el Concilio era la instancia superior de la Iglesia, con autoridad recibida de Cristo, a la que estaban sometidos todos los poderes incluso el Papa.
(8 de Abril de 2009)