Estos callejones gozaban de mala fama ya que se encontraban tabernas y prostíbulos, y se cometían delitos de todo género. En los años 1880 el deterioro alcanzó niveles extremos: en los estrechos callejones se levantaban edificios de seis pisos en un entorno higiénico pésimo (en la zona, entre 1835 y 1884, habían estallado nueve epidemias de cólera).