En el siglo XVIII, la ciudad creció cada vez más y, por eso, la mayoría de sus murallas fueron destruidas. De aquella época sólo quedan una puerta y dos torres (una de las cuales se convirtió en prisión) y el encanto y la autenticidad que tan bien caracterizan a Ponte de
Lima. Cuando vayas al norte de
Portugal, no dejes de visitar Ponte de Lima, un lugar que no te puedes perder no solo por su historia sino también por su belleza y autenticidad.