Algarrobo: Cuando el Ché llegó a Algarrobo....

Cuando el Ché llegó a Algarrobo.
TteCor Eulalia H Turiño Méndez

Cuando el Che llegó a Algarrobo el 20 de octubre de 1958, tenía yo entonces 8 años, recuerdo que los campesinos revolucionarios acogieron en sus casas a miembros de su tropa. A la casa de mis padres Fausto Dictino Turiño Rodríguez (Chicho) y María Teresa Méndez Castilla (costurera de la zona que brindó sus servicios a las guerrillas del Directorio y del 26 de julio que operaban en aquellos parajes), fue enviado el pelotón que comandaba Armando Acosta Cordero. No olvido los pies semi descalzos y lesionados de sus integrantes. Mi familia toda se puso a disposición de aquellos hombres para alimentarlos y cobijarlos, las viandas y no recuerdo si arroz y frijoles fueron cortesía de la casa y la carne era de una res sacrificada y donada, según he oído después, por Carlos Manuel Lorenzo, otro campesino de la zona. Mi casa era bastante amplia, hecha y cobijada con tablas y pencas de palma real, el piso de tierra. Los rebeldes amarraron sus hamacas en el portal, sala, comedor, cocina y el rancho donde se guardaban frutos de la cosecha, sobre todo maíz. Por primera vez oí la palabra "posta" en referencia a los que estaban de guardia, aunque en aquel momento no comprendí el significado. Había alguien sancionado en aquella tropa a la que no se le permitía comer, pero mis padres a "escondidas" le llevaron su plato de comida. Al día siguiente se les brindó desayuno con leche de vaca y café y listos para partir, Armando Acosta le pidió a mi padre que le prestara una bestia con sus arreo. Mi padre le prestó su mulo, la montura y unas espuelas, que eran un recuerdo de su papá y por nada de mundo prestaba a nadie, pero sin pensarlo, no tenía nada que pensar, se las prestó también, pudiendo haberle dados otras. Hubo alguien del barrio que le decía que había fallado, "más nunca recuperarás eso" y mi papá "sí, sí el me devuelve" Armando Acosta le devolvió todo. En mi casa se quedó ese día uno de los rebeldes que estaba enfermo y se reintegró más tarde a la tropa. Después del triunfo, Armando Acosta siguió visitando la zona y demostrando su simpatía por los campesinos. Iba mucho a casa de mi hermana Esnilda, casada con Osvaldo Espinaco Escolarte, en la finca La Gloria. Diez años después ingresé a las Fuerzas Armadas Revolucionarias en la UM 3228, conocida por Base Granma en el Mariel y allí tuve en los años 70 un compañero que era el subdirector de la escuela llamado Roberto Gómez Anzardo. Este me contó que pertenecía al pelotón de Armando Acosta y por tanto fue uno de los hombres a los que miré aquellos pies llagados el 20 de octubre de 1958. Él supo que yo tenía una hermana en Fomento a la que visitaba y en una de mis vacaciones me pidió que llevara un mensaje a alguien, no recuerdo su nombre, que vivía al lado del teatro de Fomento, adonde él había estado cuando el ataque de la tropa del Che al cuartel de ese poblado. Me pidió le preguntara si aún conservaban unas botas, creo que perteneciente al "Vaquerito". Así lo hice. Aquella familia se alegró mucho al tener noticias de Anzardo. Esta no es una memoria aislada, pero no por repetida deja de ser testimonio del apoyo del campesinado cubano a las luchas libertarias de mi lindo país.