Algarrobo: Méndez-Turiño...

Méndez-Turiño
Familia de mis tíos Justo Méndez y Lila Turiño.
La finca heredada por mi tía Lila era contigua a la de mi tía Felicia (Mombo). Ella se c asó con mi tío por parte de madre, Justo Méndez. Tuvieron 8 hijos: Rafael, Emérita (Nenito), Julia, Sindulfo (Sindo), Barbarita (Baby), Esteban y las jimagüas Delfina (Fina) y Ramona (Monga). Las dos familias: Turiño-Méndez y Méndez Turiño, éramos muy felices, nos visitábamos diariamente, por más que para ir a a la "tienda" de Jacinto González o a la de Norberto Ruíz, pasar por la casa de tía Lila era un paso obligado pues había un trillo de mi casa a la de ella atravesando la finca de tía Mombo. Aunque también podíamos ir a las tiendas por el camino real, pero era más lejos y no podíamos disfrutar de la llegada a casa de tía Lila. Los domingos o íbamos nosotros a su casa o ellos a la nuestra. Mi tía era muy bellaca y le enseñaba cuentos de doble sentido a sus hijos, cosa que mi mamá no permitía. En mi casa no podía decirse ni una "mala palabra", ni un interjección de las que hoy es frecuente, menos aún un cuento "malo". Eso me costó a mi buenos responsos de parte de mi mamá, pues yo iba a mi casa con toda la inocencia del mundo, haciéndoles maldades a mis hermanos con lo que me enseñaba mi tía: como ¿cuál es el número que le sigue al 12? y al recibir la respuesta, yo les decía la barbaridad. A mí que me habían enviado a su casa para que "engordara un poquito" porque estaba muy flaquita y mis primos robustos porque comían bien y todos los días se tomaban la yema de un huevo cruda, cosa que a mí no me pasaba de la boca, me regresaron enseguida cuando oyeron lo que estaba aprendiendo. Mucho que me alegré para librarme del huevo. Un día mi hermano Primitivo, que también le encantaba hacer maldades, recibió a todas mis primas un domingo al mediodía (ellas siempre venían muy "arregladitas") con un café que había hecho con el agua de tararaco, un tubérculo que hace vomitar al momento. ¡Qué vomitera se armó!. Pero a pesar de los responsos, siempre terminábamos en paz. Mi tío Justo era un trabajador incansable, bueno, cariñoso.Él fue el que se echó al hombro a sus hermanos cuando falleció su papá, para criarlos a todos. pero tenía mal genio, resabioso, de tal forma que daba risa. Si el buey no respondía a los aguijonazos mientras araba, le cogía el rabo y se lo mordía a más no poder. Si lo molestaban mucho hasta cogía un palo y le daba fortísimo a uno de los pilares de madera que sostenían que la casa y al decirle que la iba a tumbar, respondía mientras seguía dando los golpes "Poro yo la paré, oro yo la tumbo"; "Poro yo la tubo, poro yo la paro". Una hija salió embarazada de su novio y tuvo que "perderse" de la casa porque sino la "mataba", fue a dar a Camagüey a donde vivía entonces mi tía Oya. Regaló el hijo que no volvió a ver hasta después de hombre que él por comentarios se dio cuenta que tenía padres adoptivos y fue a Camagüey a conocerla. Pero mi tío Justo creo que ni así supo que tenía ese nieto. Esa era la Cuba de entonces, era una deshonra para la mujer tener un hijo sin antes casarse o por lo menos unirse a un hombre. Era preferible ese acto tan inhumano de regalar al hijo que soportar la carga de lo inmoral que resultaba para la sociedad. Los hijos habidos fuera del matrimonio no eran reconocidos, ni tenían derecho a nada. ¡Qué diferencia con la Cuba de hoy!. Buscando mejores tierras, mis tíos Lila y Justo vendieron la suya a Evelio Duque Millar. El día de la mudada, yo era muy niña estaba entre los 6 y los 7 años, mis hermanas y mi mamá lloraban mucho. A mí no me salía una lágrima y para disimular se me ocurrió mojarme los labios con saliva. A Rafael, el hijo mayor de Justo, fue el primer "alzado","barbudo", como se decía, que yo conocí de las guerrillas revolucionarias en el Escambray allá por el año 1957 ó 58. Recuerdo que llegó una madrugada a mi casa en compañía de dos o tres más y le dijo a mi papá que se había "alzado". Mi papá los protegió en el cafetal y allí les llevaba desayuno y comida. En una ocasión fui con mi papá a esa misión y "calladita no se puede hablar", me decían. Cosa que ni entendía yo. Solo en una ocasión lo volví a ver después del triunfo de la Revolución en su casa en un poblado afueras de la Habana. Rafael Méndez Turiño tuvo una vida linda dentro de las FAR. No puedo hablar de sus éxitos porque no los conocí, pero sí he visto su nombre en bien en alguno que otro libro. Se que al final emigró a los Estados Unidos, desconozco si por reunificación con algún familiar o porque flaqueó en ideales revolucionarios. Pero esos fueron mis tíos y mis primos queridos.