Pasadizo hacia un jardín, Béziers

Lo primero que conocí de Béziers fue el Cementerio Viejo. No era, creo, pero visto ahora con la perspectiva de unos meses tiene cierta coherencia con el hecho de que la primera vez que oí hablar de esa ciudad fue dentro de aquella terrible anécdota de la cruzada cátara, cuando el obispo sentenció a muerte a todos los habitantes de Béziers en la seguridad de que Dios ya sabría distinguir los buenos cristianos de los herejes. Famosa por su pasado y los estragos de aquellas guerras de religión, lo cierto es que Béziers no es ni mucho menos una ciudad que esté más relacionada con la muerte que otras, pero sí está llena de historia y, entre tantas épocas y tantos hechos, algunos hay bastante luctuosos. Una historia, por cierto, que deja su sello también en el precioso cementerio, con su colección de bellísimas estatuas que hablan de una ciudad extraordinariamente rica a finales del siglo XIX y principios del XX, pero también en unas llamativas placas metálicas que recuerdan a hijos de Béziers, no pocos, que murieron en la I Guerra Mundial.
(10 de Abril de 2009)