Mercadillo, Béziers

Cuando en enero de 1208 el monje dominico Pedro de Castelnau fue asesinado cerca de Arles, el Papa Inocencio III ya llevaba tiempo predicando en contra del catarismo, aunque no tenía el motivo suficiente como para emprender una acción bélica contra ellos. El asesinato del que fuera delegado papal para reprimir la herejía en el Languedoc fue la causa tanto tiempo esperada para enfrentarse a Ramón IV, el conde de Toulouse y persona más poderosa de toda la región. Se inició así la persecución oficial del catarismo que desembocaría apenas un año después en el hecho más trágico de la historia de Béziers. El 21 de julio del año 1209 los cruzados de la Iglesia sitiaron la ciudad de Béziers. Simón de Monfort y Arnaud Amary, nuevo delegado papal, exigieron la rendición de la ciudad, que albergaba a un par de cientos de cátaros que habían buscado refugio en la ciudad. Lejos de rendirse, Béziers cerró sus murallas y se dispusieron a defenderse. Dicen, incluso, que desde las murallas arrojaron todas las copias del Antiguo Testamento que tenían. Sin embargo, la resistencia no pudo durar mucho. Los soldados eclesiásticos consiguieron romper la muralla y penetrar en la ciudad. El castigo por aquella afrenta fue cruel y despiadado. Todos los habitantes de Béziers fueron ejecutados. La catedral de Béziers, la de San Nazario, fue incendiada. La dejaron ardes hasta que finalmente se derrumbó, atrapando dentro a los cientos de personas que se habían refugiado en su interior y a los que no dejaron salir.
(10 de Abril de 2009)