Las primeras alusiones escritas sobre la actual basílica datan del año 925, cuando el obispo Gimer traslada la sede episcopal al lugar elevándola al rango de catedral. El papa Urbano II, en junio de 1096, se hospedó en Carcasona en su regreso desde
Auvernia en predicación por la cruzada, bendiciendo los materiales que se iban a utilizar para realizar el nuevo edificio.