Desde el claustro se llega, por un corredor, a la sala del gran órgano de la catedral de Narbona, obra del artesano Moucherel (1741). A la salida las paredes verticales, de 40 metros de altura, ofrecen un aspecto impresionante. Las vidrieras son de los siglos XIV y XV. Quedan los restos de la tumba, de mármol, de Felipe III de
Francia (Felipe el Audaz), destruida en 1793. El mobiliario es clásico.