Techo con nervaduras en la iglesia de Notre Dame, Rocamadour

Una de las peculiaridades de Rocamadour es la necesidad insalvable de subir y subir escales, o bajar y bajar. Debido a que la ciudad se encuentra en plena inclinación vertical como ya os hemos estado comentando a lo largo del artículo, las grandes escalinatas (y a veces interminables, o eso nos lo parece cuando recorremos escaleras similares) son inevitables. Pero no por ello debemos olvidarnos de ellas, ignorándolas como si no existieran, porque las tendremos que recorrer sí o sí si nuestra intención es aprovechas la visita para ver bien la ciudad.
(3 de Julio de 2006)