estancia pintada, Avignon

En 1348, el papa compró la ciudad de Avignón a la reina Juana de Sicilia y permaneció como propiedad papal hasta 1791 cuando fue incorporada a Francia durante la Revolución Francesa. La compra de toda la ciudad le costó la enorme cifra de ochenta mil florines, cantidad que nunca fue abonada posiblemente porque el papa consideró que la absolución de Juana por el asesinato de su marido eran pago más que suficiente. Su pontificado estuvo marcado por el nepotismo, la mayoría de los cardenales eran parientes suyos, y por la simonía derivada de la necesidad de financiar su afición por el lujo, las artes y las letras. El famoso poeta italiano Francisco Petrarca, que vivía en Avignon en aquella época, fue uno de los pocos que mostró su descontento describiendo anónimamente la corte papal: «la vergüenza de la humanidad, un vertedero del vicio, cloaca que recogía todas las inmundicias del universo.
(8 de Abril de 2009)