El próspero comercio marítimo con el norte de Europa implicó la exportación de vino, frutas y sal, y la importación de cubertería, telas, tapices y cristalería. El espíritu comercial de Viana alcanzó tales proporciones que la reina María II de
Portugal otorgó en 1852 un fuero a la extinta Asociación Comercial de
Viana do Castelo. El mismo soberano —para premiar la fidelidad de los Viananos, que no se habían rendido a las fuerzas del Conde de Antas (1847)— decidió elevar la villa al rango de ciudad con el nombre de Viana do Castelo (20 de enero de 1848).