Esa estatus se mostraba construyendo torres entre los edificios: cuando un comerciante se hacía rico compraba el edificio colindante a su casa y construía una torre entre los dos. La torre servía como acceso –normalmente albergaba una escalera de caracol en su interior– y de fachada señorial a la nueva vivienda –en algunos casos, una vez atravesada la puerta no había nada más que la propia escalera–. Mientras pasees por Sarlat, levanta la cabeza, descubrirás muchas de esas torres.