Se encontraba levantando la primera Carretera Mundial sin fronteras, una vía que cruzaba St-Cirq, donde había que poner un mojón. Tras esta primera visita surgió el flechazo, la compra de una casa y la vida en paz de un hombre de demasiado mundo. Y, como sucedía con todo lo que tocaba Breton, el pueblo se hizo famoso y se convirtió en un imán para artistas. Por entonces, el marchante de arte Émile-Joseph Rignault ya se encontraba restaurando una vieja casa a la que invitaría a otros artistas como Man Ray. Estos dos factores: la presencia de Breton y las relaciones púlicas de Rignault revitalizó un pueblo prácticamente abandonado tras las II Guerra Mundial y lo convirtió en un jardín de influencias, en un ágora para artistas.
(5 de Julio de 2006)