Capitel con greca floral e inscripción y una iglesia en el claustro de la Abadía de Saint Pierre, Moissac

En fin, casi nadie. Nos contaron que hubo un delator. Una persona escribió una carta al prefecto (el gobernador de la provincia) denunciando al alcalde y la protección que la ciudad daba a los judíos. El prefecto, afín al gobierno colaboracionista de Vichy, sin embargo resultó ser antinazi y tener más humanidad de la que se le podría suponer. Telefoneó al alcalde diciéndole quién había enviado la carta, que al parecer estaba firmada, quizá para hacer méritos por tamaña acción. Al día siguiente las dos ruedas del sujeto aparecieron pinchadas. Nunca más se recibieron otras cartas ni hubo más denuncias. No tenemos total constancia si la historia es cierta, pero es tan edificante que no hemos podido resistirnos a contarla. Una cadena de colaboración sólida se instaura en Moissac en la que varios habitantes del pueblo participan, con el fin de esconder a los niños, proporcionarles documentación falsa y darles un nombre y una familia que les serviría como cubierta en caso de que llegaran los nazis a hacer una redada. En esa cadena participan el secretario del ayuntamiento Manuel Darrac y su asistente Alice Pelous, que proporcionan tampones oficiales para los documentos falsos de los niños, buscan certificados de desmovilización, lo que permite obtener carnets de identidad y tarjetas para obtener alimentos, ropa y tabaco. Darrac también los avisa de las redadas, gracias a lo cual pudieron esconderse varias veces en el campo. Los niños judíos de Moissac están protegidos por la autoridad del pueblo, lo que garantiza su seguridad.
(8 de Julio de 2006)